Estas lámparas desarrollan sus diseños sobre la base de materiales de toda la vida que se reconocen como cercanos. Huyen de las últimas modas y de los acabados perfectos. En sus composiciones figuran como elementos básicos la madera, los metales o los textiles. Materiales que se presentan con detalles comunes clave. Sus acabados suelen ser poco refinados, les acompaña un aspecto como de estar en bruto o se dejan ver con superficies ásperas y poco tratadas. El aparente -sólo aparente- óxido, el lacado, el astillado, la coloración desigual, el ajado y hasta el descarnamiento pueden llegar a figurar en el lenguaje formal de estas piezas. Piezas de iluminación que llegan a parecer objetos de colección. Así de evocadoras pueden ser las lámparas rústicas.

Lámparas de sobremesa

Las lámparas rústicas más llamativas quizás sean las de sobremesa que traen a sus diseños elementos que se reconocen a simple vista como antiguos, como es el caso de las que aplican soportes de cerámica envejecidos, telas para las lámparas teñidas para crear un efecto de uso continuado y del paso del tiempo. Lo antiguo seduce. Parecen objetos reciclados, muy del estilo vintage. Tienen el aspecto de objetos de casa cotidianos antiguos de esos que se mantienen en las familias como herencias de los antepasados. Una calidez emocional, como las de las lámparas escandinavas, como las de las lámparas de pie rusticas, que se asocia fácilmente a las lámparas de madera de las mesas de noche y de alcoba. En ocasiones, las lámparas rústicas reproducen estilos entresacados de otros contextos como sucede con las iluminaciones que copian las formas de los candelabros antiguos de techo de tipo medieval o las que tematizan los estilos y se ofrecen con telas que parecen sacadas de culturas desaparecidas, olvidadas. Los estilos de estas lámparas motivan a los recuerdos evocadores.

Reciclado con valor añadido

Las lámparas rústicas son un ejemplo de aparente -también sólo aparente- actividad de sano reciclado. Ahí están las ruedas de carro que han sido adoptadas por algunos modelos de candelabros para techo, las espadas que apoyan luminarias y que funcionan como lámparas de pared, como apliques de pared rusticos, las que incluyen cadenas con todos sus eslabones o los objetos de cerrajería integrados con elementos de luz que parecen sacados de herrerías antiguas, revividos del olvido en desvanes o sacados de tiendas de ultramarinos o de pueblo. Las lámparas rústicas dejan su huella. La madera basta poco o nada tratada, teñida o sin teñir, suele aparecer en estos modelos de luces de ambientación con el aspecto de troncos y raíces de árboles. También aparecen el mimbre y el bambú, en combinación con colores claros y plantas en el interior. Un aspecto formal que remite directamente a la naturaleza más auténtica. Unas lámparas que tampoco pasarán de moda. El betún de Judea, los tintes naturales más terrosos, las maderas oscuras, las piezas piezas más irregulares y asimétricas, los desgastes calculados, las formas que parecen no encajar, los efectos desequilibrados son parte del lenguaje formal de las lámparas rústicas que están ahí para atreverse a experimentar. Si de lo que se trata es de dar vida a interiores de manera original y caracterizar entornos familiares o de empresa, las lámparas rústicas pueden ser un vector de diseño extraordinariamente potente y eficaz para dar luz a las sensaciones que siempre estarán ahí. Las más naturales.